03/10/2023
En Cajabamba, los diablos bailan alrededor de la virgen para pedir su perdón durante el día central de la Festividad de la Virgen del Rosario, celebrada el primer domingo de octubre en el perímetro de la Plaza Mayor de Cajabamba, Cajamarca. Esta tradicional danza de más de 250 años de antigüedad, reúne a todo un pueblo en el júbilo de la fiesta.
Antes de tu próximo viaje por el norte de nuestro país, te contamos más sobre esta herencia cajabambina que en el año 2008 fue declarada Patrimonio Cultural de la Nación.
La aparición de la virgen
Cuenta la leyenda que, en el barrio local de Santa Ana, una pastorcita que paseaba a su manada de ovejas, se encontró con una escena fuera de este mundo. Sobre la paleta de una tuna de hermosas flores color anaranjado, bajo una luz celestial, una señorita pequeña y preciosa le sonreía; era la virgen, quien sostenía en brazos a un niño y vestía una túnica azul como el cielo cajabambino. La virgen vio a la joven y le dijo: “Ve, hija. Que hagan una casa en este sitio, y recen siempre mi rosario”.
Impresionada, la pastorcita regresó a su hogar y narró lo ocurrido. Sus familiares y vecinos, así como gran parte de la población, al escuchar sus palabras, procedieron a construir en ese lugar donde ocurrieron los hechos la casa de la patrona y reina de Cajabamba. Es por ello que cada primero de octubre, en el marco de la festividad, los Diablos de Cajabamba se reúnen para pedir la bendición de la virgen, exculparse de sus pecados y participar en la celebración.
Si bien esta es una historia local, de acuerdo a otras teorías, como la del investigador Fernando Serván, sostiene que el origen de la danza cajabambina se halla en los Diablicos de Piura, Lambayeque y La Libertad.
La indumentaria señorial
De acuerdo al pintor José Sabogal, la indumentaria de los arcángeles del imaginario hispano, fue el modelo para los faldellines y levitones que usan los danzantes; con respecto a la máscara, los cachos y el rebenque o chicote -cuyo chasquido asusta a los niños- son elementos que transforman a este personaje en el diablo.
Los diablos visten un blusón de manga corta, confeccionado con fina seda o “piel de ángel”. Se cubren la espalda con un “pañuelo de cabeza”. El pantalón es ajustado y corto hasta la altura media de la canilla y encima lucen un faldellín sujetado por una faja ancha. También llevan guantes blancos; en la mano izquierda un pañuelo de encaje bordado que sujeta un ramo de claveles y un espadín metálico, y con la mano derecha alzan el rebenque o chicote hecho de cuero trenzado. Calzan medias de nylon y zapatos blancos, y se adornan el cuello con collares y la máscara les cubre toda la cabeza.
Todas esas prendas están finamente bordadas por maestras artesanas, entre las que destacan Amparo Alayo de Arévalo, Bernardita Rojas de Vargas y Dora Caballero de Rodríguez, quienes han aprendido y heredado de sus antepasados el arte de bordar los vestidos y los mantos para las imágenes.
Un párrafo aparte merece la máscara de los danzantes, que es confeccionada bajo una antigua técnica de la escayola. El iniciador de ese tipo de máscaras fue el artesano cajabambino Don Pablo Moreno Fernández, quien transformó la máscara en el rostro angelical de hoy, con finos cuernos de carnero, muchos de ellos orlados con pedrería de colores. Las orejas y la dentadura son de latón y los ojos de vidrio, con pequeños orificios en la nariz, en la boca, en las orejas y los ojos.
En la víspera del primer sábado de octubre, los trajes de los danzantes son bendecidos en una ceremonia en la que participa un párroco, familiares, amigos y visitantes. En el primer día de las celebraciones, verás a los diablos acompañando el altar de la virgen, bailando en cada esquina al ritmo de la banda, en la Plaza Mayor de Cajabamba. Esta también es una oportunidad para degustar los exquisitos platos típicos de la región, como el cuy con trigo y papa revuelta o cabrito con mote de trigo y yuca, siempre acompañado de chicha de jora y otras bebidas.
Cajabamba respira alegría en estas fechas, atrévete a descubrir más sobre este destino de nuestro país y a ser parte de esta tradicional danza.